Por Sandra Malla
Lic. en Filosofía
El filósofo Bertrand Russell decía: «El hecho de que una opinión se haya aceptado ampliamente, no es evidencia alguna de que no sea completamente absurda».
En efecto, en este breve vídeo se puede observar en un simple experimento en un aula cómo influye la presión social en un sujeto, a tal punto, que cambia su juicio sobre su percepción de la realidad y, por lo tanto, también su comportamiento, su accionar.
(Ver vídeo de 2 minutos)
El poder de las ideas radica en que, si bien son puramente mentales, una vez que ellas se plasman en juicios para referirse a la realidad, en cierta forma se materializan y pueden llegar a formar lo que se denomina «una construcción social de la realidad»; si así sucede, la mayoría de los sujetos pasan a comportarse y a actuar de acuerdo a «esa realidad construida». En otras palabras, las ideas impactan en lo real, en lo material y, consecuentemente, en el accionar del ser humano.
¿Qué sucede si la ciudadanía se ve sometida a la presión cotidiana de medios masivos de comunicación que buscan instalar una «realidad distorsionada»? Normalmente, acontece lo que puede verse en el vídeo.
Tal vez alguien dude y crea que esto sólo ocurre en una serie de TV. Pues bien, el experimento ejecutado por Stanley Milgram en la Universidad de Yale, en la década del ’60, compilado en el libro Obediencia a la autoridad, del mismo autor, demuestra que la mayoría de los sujetos son obedientes y que creen ingenuamente en lo que afirman los poderes o instituciones establecidas sin cuestionar lo que se les dice u ordena.
En efecto, en el experimento descripto en el libro citado se encuentra una fuerte argumentación a favor de la tesis de Hannah Arendt sobre la «banalidad del mal«, concepto que Arendt desarrolla en su obra Eichmann en Jerusalem. La idea concentrada en el concepto de la «banalidad del mal» de ningún modo quiere decir que el mal es banal, sino más bien que un mal tan aterrador como fue el Holocausto puede ser perpetrado por personas banales, es decir, personas que son incapaces de reflexionar, de ejercer un pensamiento crítico.
¿Qué es pensar para la filósofa alemana? Ella afirma: «Desde Sócrates y Platón, llamamos pensamiento a algo así como el diálogo silencioso que tiene el alma consigo misma«; pensar, para Arendt, es la capacidad de distinguir entre el bien y el mal. De esa forma, cuando en una sociedad la mayoría de los sujetos se comportan como sujetos «obedientes» y a-críticos, puede perpetrarse hasta un genocidio.
El sujeto, el ser humano, jamás debe bajo ningún concepto renunciar a su autonomía, a su juicio crítico, pues esa claudicación implica renunciar al pensamiento, a nuestra propia conciencia, a nuestra alma.
Quien quiera comprender lo que actualmente acontece en el mundo, debe entender de qué se trata la ingeniería social, y la citada obra de Stanley Milgram puede ayudar a introducirnos a imaginar lo que se puede hacer sobre una población cuando el poder se concentra en un grupo muy reducido que tiene una vasta información sobre el comportamiento humano ante ciertas situaciones, dispone de tecnología para un complejo procesamiento de todos esos datos, determina -de modo mediato o inmediato- las decisiones tanto de organismos internacionales estratégicos como de gobiernos nacionales, fundaciones, diversas ONG y, además, cuenta con exorbitantes recursos de todo tipo.
También nos puede ayudar a entender lo que nos pasa la buena literatura, dado que mucho de lo que estamos viviendo se podría decir que es una combinación de lo que ya nos mostraron George Orwell en 1984 y Aldus Huxley en Un mundo feliz. En efecto, hasta puede decirse que lograron instaurar un análogo al Ministerio de la Verdad del que habla G. Orwell en el libro citado, por medio de los noticieros y programas de tv (que responden a pautas, o sea, a dinero), páginas web, como Chequeados, AFP Factual, etc., que mienten descaradamente al calificar de falsas muchas verdades que afirman diversos científicos y médicos independientes; por otra parte, tanto facebook como youtube, entre otros medios digitales, practican cotidianamente una censura repudiable e inaceptable. Unos cuantos pretenden erigirse en los amos de la «verdad», que no es verdad alguna, sino más bien la mentira que ellos quieren imponer: un Terrorismo sanitario o una Dictadura sanitaria con el único fin de someter al ser humano, eliminar sus libertades hasta reducirlo a la condición de esclavo. Cualquiera que los desenmascare es censurado, perseguido, difamado, intimidado.
En síntesis, es fundamental que nos informemos por fuera del sistema manejado por la élite, o sea, por fuera de los medios de comunicación tradicionales. Apague el televisor para poder pensar. Es vital ejercer el pensamiento crítico y buscar buena información recurriendo al diálogo, la lectura o audiovisuales que provengan de profesionales independientes, es decir, que su sueldo no dependa inmediata o mediatamente ni de gobiernos ni de laboratorios, ni de cualquier institución vinculada al poder establecido nacional o internacionalmente.
Para finalizar, dejo aquí el link de un documental que muestra otra posible visión sobre lo que vivimos: «2020: El año del miedo fabricado«.